El líder de la Electric Light Orquestra conoció a sus ídolos a los 20 años, tocó con Harrison y más tarde llegó a producirlos.
Por: Eduardo Slusarczuk
Es que mucho antes de poner en marcha el Ultimo tren a Londres, el hombre de la barba eterna también soñaba. Y los sueños, en su caso, no fueron sólo eso. Al mismo tiempo que en el mundo los ’60 avanzaban con decisión, en Liverpool, a unos 300 kilómetros de Londres, cuatro muchachos empezaban a escribir una de las páginas más importantes del siglo en la música popular.
Mientras, casi a mitad de camino, en Birmingham, mucho antes de que la ciudad pariera bandas como Black Sabbath, Traffic, The Moody Blues o los más recientes Duran Duran o Fine Young Cannibals, un adolescente llamado Jeff Lynne creaba, en 1963, The Rockin´ Hellcats, después The Handicaps, entraba como guitarrista de The Chads un año más tarde y se sumaba, dos años después, a The Nightriders, que pronto se convertirían en The Idle Race.
Entonces, Lynne tendría la oportunidad de cruzarse, por primera vez, con quienes serían sus ídolos. «Estaba grabando mi primer disco, cuando una persona llegó al estudio preguntando si había alguien con tiempo e interés para ir hasta Abbey Road, donde estaban trabajando The Beatles», contó el músico en una entrevista, en la que confesó que tardó 10 segundos en estar listo para ir. «Poder saludarlos, hello John, hello George, era como estar en un sueño», reconoció Lynne, quien aseguró que esa noche no pudo dormir.
Esa admiración quedaría exhibida en el segundo LP de su banda, cuando en la letra de la canción Girl At The Window nombra a «John y Paul, Ringo y George», quienes preparaban por entonces, en su laboratorio londinense, el comienzo de su despedida. Y también en su futura producción musical.
Para comprobarlo, alcanza con escuchar cualquiera de los discos de Electric Light Orchestra, formación a la que Lynne se dedicó de lleno a partir de 1970, por más de tres lustros. Lapso durante el cual versionó varios temas beatles. Primero hizo Day Tripper, registrado en el álbum en vivo de 1974, In The Night The Lights Went On Long Beach. Un par de años más tarde, con Nowhere Man y With a Little Help from My Friends, para el documental All This and World War II. Y ya en 1981, con Imagine, Nowhere Man, Across The Universe y A Day In The Life, a modo de homenaje a Lennon en el marco de un show de E.L.O.
Pero sería un show a beneficio del Hospital de Niños de su ciudad natal, en 1986, en el que compartió el cierre en escena con un ejército de músicos, entre ellos George Harrison, el que abriría la puerta para que aquel encuentro comenzara a reeditarse en tiempo presente. «Poco después cené con Dave Edmunds y cuando nos estábamos yendo me dijo: Ah, olvidé decirte que George Harrison me dijo que le gustaría que produzcas su próximo disco. ¿Qué? ¿Cuándo te dijo eso?, pregunté. Hace unos meses, respondió. Y enseguida lo cité a mi estudio. Me daba un miedo tremendo. Poder trabajar a la par con alguien a quien siempre había tenido en un pedestal era realmente increíble».
Cloud Nine, el resultado de esa colaboración que incluyó hits como Got My Mind Set On You y When We Was Fab, marcó el regreso de Harrison a los primeros planos. Y el comienzo de una nueva etapa en la carrera de Lynne, como músico con los Travelling Wilburys y productor de Tom Petty, Roy Orbison y Del Shannon, entre otros.
Sin embargo, había más. En 1994, su amigo Harrison lo propuso para producir y restaurar los demos de Lennon de Free As a Bird y Real Love. Idea que Ringo Starr y Paul McCartney aprobaron, y que puso a Lynne frente a uno de sus mayores desafíos. Pero también ante algo que jamás había imaginado que viviría. «Estar allí, en medio de todo eso, y tener responsabilidad por lo que allí sucedía era asombroso», confesó Lynne a la revista Sound on Sound, con el trabajo terminado. Después vendría la producción de Time Takes Time y Flaming Pie, los discos solistas de Starr y McCartney. Además de la finalización de Brainwashed, el último trabajo de Harrison.
Pero nada igualaría la sensación que vendría después: «Me despertaba a la mañana y pensaba: Dios, estoy trabajando con The Beatles. No lo puedo creer. Aunque había pasado un largo tiempo, ellos trabajaban increíblemente bien juntos. Y estar allí, en la sala, viendo y escuchándolos interactuar fue algo fascinante -concluye-. Fue un tiempo mágico. Algo tan placentero como tensionante, porque jamás había sido hecho antes.» «
Fundador de varios grupos durante los ’60, Jeff Lynne alcanzó la popularidad con la Electric Light Orchestra. Luego, su presencia en Travelling Wilburys lo volvió a ubicar en la alta exposición, mientras ampliaba su panorama como productor de artistas. Entre ellos, Roy Orbison, Tom Petty y Brian Wilson.