TIME
por PABLO MONTERO
Cuando era un chaval tenía una radio a pilas. Era negra y de plástico, más bien pequeña. Aquel transistor me acompañaba durante las soñolientas tardes de verano, cuando no había nada que hacer y afuera el calor aplastaba.
Una tarde, amodorrado, escuchaba un programa de actualidad musical. La locutora -recuerdo perfectamente su voz- comenzó a hablar después de que sonara una canción cualquiera, eso da igual. Dijo, simplemente “Y… aquí están las noticias”. En ese momento me fastidió que aquel rato de entretenida música se viera interrumpido por aburridas noticias que apenas entendía. Resignado, continué escuchando. Y de repente, una melodía de sintetizador a modo de cabecera, seguida de la típica señal horaria (aquellos clásicos pitidos). Y después, un fascinante entramado de sonidos sintéticos, un pegadizo riff de teclado, y una contundente batería. Recuerdo claramente que no pude apartar mi oreja del pequeño altavoz hasta que la voz de la locutora, finalmente, dijo “Acabamos de escuchar a la Electric Light Orchestra, con Here is the news”. Corría el año 1981.
Time, publicado por ELO en agosto de aquel año, fue el primer disco que me compré. No me fue difícil localizarlo, pues en mi casa ya estaba Discovery, así que seguir la pista fue fácil. No fue tan fácil, sin embargo, convencer a mis padres de que me diesen dinero para comprarme un disco. Les parecía algo raro para un crío de once años. Sin embargo, fue una de las mejores inversiones que he hecho en mi vida (bueno, la inversión la hicieron mis papás); porque Time es el álbum que más me ha fascinado, el que más me ha enganchado, el disco que más veces he escuchado en treinta años, y ya son años escuchando música. Luego vinieron Out of the Blue, A New World Record, y el resto.
Pero quisiera hablaros de Time, ya que ahí empezó todo al menos, para mí. Con la perspectiva que dan los años, ya se pueden poner las cosas en su lugar. Me explico: ahora ya sé que Time fue publicado en un periodo crítico en la historia de esta banda. Dos años antes habían sacado a la venta un disco que fue un éxito de público, no tanto de crítica; en 1980, su trabajo en Xanadú tampoco fue valorado por la crítica -por decirlo eufemísticamente-, aunque el disco se vendió muy bien. Y en aquel momento en que la banda estaba siendo tan denostada por la crítica, ELO publicó un maravilloso álbum. Un trabajo que tiene la rara virtud de recuperar los mejores tiempos melódicos y armónicos de los años clásicos, aunándolos con un sorprendente y genial sentido de la tecnología y la vanguardia sonora.
Porque, en esencia, Time es un disco synth pop. Pero no es un álbum synth pop al uso, de los que se publicarían cientos durante la década de los ochenta, sino que adapta toda la imaginería e ingeniería musical que ELO atesoró durante la década de los setenta a los nuevos tiempos. El resultado es un disco ecléctico: Jeff Lynne pone un pie en el futuro en tanto mantiene otro en valores seguros, a saber: el arsenal de guitarras rítmicas y eléctricas, las armonías vocales -con un Jeff Lynne quizá en la plenitud de sus aptitudes como cantante- y líneas de cuerdas, quizá no tan nutridas como antaño, pero todavía presentes. Y mirando al futuro, claro está, un predominio del sintetizador y una mayor propensión a tratar electrónicamente la batería del Sr. Bevan. Una mezcla genuina para un incipiente synth pop todavía no muy bien definido en el conjunto de la música europea y estadounidense. Lejos de clichés ochenteros, ELO realiza un planteamiento serio, sin renunciar a melodías sólidas ni a elaborados arreglos, sin caer en recursos fáciles ni en los excesos en los que -tristemente- la década de los ochenta fue tan pródiga.
Tradicionalmente se ha considerado a Time como un disco conceptual. Al margen de las interpretaciones más o menos afortunadas -verbigracia: viajes en el tiempo, paradojas causales, recuerdos del porvenir-, lo cierto es que Jeff Lynne escribió unas letras claramente futuristas en el sentido de que juega con la perspectiva de un mundo venidero, visto con la ingenuidad -y a veces con la melancolía- del compositor que escribe en el presente.
Esta idea se mantiene a lo largo del disco -Yours Truly, 2095, The way life’s meant to be, Here is the news, etc.- Esto, más unos arreglos homogéneos y hábilmente dirigidos al sintetizador como elemento clave, hace que el álbum cree un círculo cerrado, un argumento hilado a través de sus cuarenta y pico minutos, un todo congruente, que no escapa a nadie que escuche el disco. Cada una de las canciones está también arteramente unida para crear esta sensación: los tiempos comienzan rápidos, energéticos, después de un Prologue de aires misteriosos y sintetizados: Twilight y Yours Truly, 2095, dos poderosísimas armas pop, de gran fuerza y nervio, multitud de sintetizadores y letras de ciencia ficción. Sin duda alguna son descargas de adrenalina premeditadas, tensión rítmica y brillantes riffs de sintetizador, baterías sólidas y complejas armonías vocales; toda una declaración de intenciones que te predispone a escuchar un álbum lleno de gran intensidad. Luego el ritmo decae en velocidad hacia Ticket to the moon -una de las melodías más bellas escritas por Jeff Lynne, a mi entender- y se acelera en The way life’s meant to be. Dos hermosos temas que recuperan un sonido más acústico, las cuerdas tienen mayor presencia y las letras son más intimistas (como el aturdido y confuso protagonista de The way life’s meant to be o la desesperanza de Ticket to the moon). Son dos temas en los que Lynne retoma la fuerza melódica de álbumes como A New World Record o Out of the Blue. El tempo se ralentiza otra vez en el instrumental Another heart breaks, género -el de la canción sin voz- que había sido algo abandonado por Lynne, con total protagonismo del teclado y una batería muy tratada con efectos.
Levantemos ahora la aguja pick-up del microsurco, giremos el disco y pongamos la cara B. Lo estoy haciendo justo en este momento. Continuemos. La cara B comienza con la otra joya melódica del disco: Rain is falling. Es todo un prodigio melódico, lleno de armonías vocales delicadas, y un delicioso strumming de la guitarra rítmica que hacen de este tema un clásico de ELO de todos los tiempos. Pero luego nos recuerdan que estamos en los ochenta, que vienen nuevos tiempos, y lo hacen con From the end of the world, una intrigante melodía basada en intrincados teclados, tal vez la pieza más new wave del álbum. Después viene un bonito tema, de rasgos más cálidos, cercanos a la música caribeña, pero sin caer en aires jamaicanos: The lights go down, que tiene un pegadizo motivo del sintetizador acompañando al bajo. Pero el ambiente cálido se rompe abruptamente. Here’s the news, con su cabecera sintética, sus capas de teclados, su perfecta sincronía, un pop poderoso, aplastante, energético. Una visión apocalíptica y dramática, con un riff de teclado inolvidable. Ciertamente, supone algo así como una interrupción: es, desde luego, como un boletín de noticias irrumpiendo en una apacible tarde de domingo. Y después de una buena dosis de electricidad, retomamos la calma en 21st century man, una balada hipnótica, todo un himno lleno de melodía de tonos agridulces y un hermoso solo de guitarra, cuando el tema alcanza el clímax. Y, como en Discovery -y posteriormente en Secret Messages y Balance of Power, el último sencillo es un número rock: Hold on tight; otro himno, esta vez roquero de ricas armonías corales y letra esperanzadora, repleta de ánimo, que fue otro gran éxito de ventas como single. Finalmente, Epílogue cierra el disco. Nuevamente aires de misterio y toneladas de teclados, y un final que se repite como un eco, cerrando el ciclo.
Time fue número uno en las listas de éxitos de Gran Bretaña, España y Suecia -cuando estas listas todavía significaban algo en referencia a calidad y aceptación por parte del público- y alcanzó el puesto número ocho en el ranking global de los álbumes publicados en 1981; el puesto 134 entre todos los publicados en la década de los ochenta, y el 854 entre los publicados de todos los tiempos, y fue disco de platino y de oro en Reino Unido y Estados Unidos, respectivamente. Dio lugar a una gira -Time Tour- que se extendió hasta marzo de 1982. En aquella gira y por primera vez, ELO se presentaba ante el público sin cellistas. La formación de aquella gira fue: Jeff Lynne, Richard Tandy, Bev Bevan, y Mik Kaminski, a la que se unió Dave Morgan (teclados y guitarra) y Louis Clark (teclados).